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Subimos a uno de los volcanes más activos de sudamérica

· volcán,excursión,villarica,pucón,chile

Ni en Pequín ni en Pocón, en Pucón!

Parece una broma, pero no. Mi señor aquí presente tiene una pequeña, muy saludable, obsesión con los volcanes. Así empezó todo. Buscando en maps, dónde había volcanes.

 

Algo guai de estar viajando sin fecha de vuelta y sin ruta establecida es que puedes tomar decisiones a la ligera, escoger un sitio, comprar un billete de autobús y ale!

Así llegamos a Pucón, una ciudad preciosa al sur de Chile. Buscábamos el volcán Villarica que visto al natural es como cualquier volcán que dibujaríamos de pequeños, una perfecta forma cónica que queda de maravilla en las fotos. Pero lo que más nos llamó la atención es que pese a ser el volcán más activo de Sudamérica, puedes subir hasta el cráter.

Ahí, viviendo al límite.

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Nos juntamos con un grupillo la mañana siguiente y antes que amaneciera ya estábamos en la base del volcán. Arena y gravilla p'arriba.

Al cabo de unos metros nos dan la posibilidad de coger un telesilla (telesilla en un volcán, what?!) para ahorrarnos unos metros de desnivel. Inicialmente descartamos la idea, ¿qué buen montañero querría ahorrarse unos metros de dura subida a las 6h de la mañana?.

Pero levantamos la cabeza y vemos un telesilla de dos, sin barandilla, que sube rápido, sin control, todo muy a saco, y cómo lo del peligro ya vais viendo que nos va, cambiamos de opinión.

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Pues eso, cogemos un telesilla en un volcán activo. ¿Cómo te quedas?

A la salida solo puede mejorar, nos ponemos los grampones y nos aferramos al piolet, nuestro nuevo mejor amigo, y a subir!

Mucha nieve, unas cuantas horas y bastantes gotas de sudor después, por fin, llegamos a la cima!

Colores, minerales y un hilillo de humo. ¿Os esperabais lava, eh? Nosotros también. Una pequeña decepción que se vio rápidamente compensada por la magia del cráter del volcán. No sé si brillaban más los minerales o los ojos del andaluz de secano cumpliendo un sueño. Todo muy bonito.

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Y cuando ya pensábamos que lo mejor había pasado, empieza la bajada.

 

Pala de plástico al culo, tobogán de hielo que sube medio metro por ambos lados y clavando piolet como si no hubiera un mañana! Los ataques de risa histérica por la mezcla de diversión y miedo me los ahorro.

 

Fucking-best-experience-ever. 

(Y así, en inglés, que suena mejor)

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Existe un vídeo en el que el andaluz, preocupado él por mi bienestar, va gritando "¿¡Te has puesto es el plástico?!" (el del culo, claro). Y yo, alocada perdida, voy llegando por detrás en el tobogán gritando "Yuhuuuuuuuu!!".

Y ya.

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Yuhu. Así de simple. Creo que nada puede describir mejor ese momento.

Bendita inconsciencia. Qué bien sienta hacer cosas así, sin pensarlo mucho, con un plástico en el culo y un piolet salvándote la vida. Y llegar abajo y reírnos por los codos. Que nos duela la cara de sonreír y las piernas por el esfuerzo. Y que nos acordemos y todavía nos riamos.

Que por muchos años gritemos yuhu.